El fondo de emergencia mantiene los sueños en el foco de atención
Se distribuyeron casi $150,000 a los soñadores que trabajan y estudian mientras enfrentan un futuro incierto.
Cuando Alejandra Webster obtuvo su título de Enfermería de Metropolitan State University of Denver en diciembre de 2020, había una gran demanda de personas con sus habilidades. Casi 100,000 estadounidenses murieron por COVID-19 en enero de 2021, el mes más mortífero de la pandemia en los Estados Unidos.
Sin embargo, no pudo trabajar como enfermera luego de graduarse porque Colorado prohibía a los inmigrantes indocumentados obtener licencias profesionales hasta junio de 2021, cuando el gobernador Jared Polis firmó el proyecto de ley 21-077 del Senado que eliminó la exigencia de estatus legal como condición para hacerlo. Alejandra es bilingüe, fue presidenta de la Asociación de Estudiantes de Enfermería de MSU Denver, se graduó con un GPA alto en un campo con una escasez nacional de mano de obra y, aun así, estaba fuera del círculo, mirando hacia adentro, una situación familiar para los soñadores que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños.
Alejandra tiene 29 años y vive en Colorado desde que tenía seis meses. Como beneficiaria del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés), tiene permiso de trabajo y protección contra la deportación, pero una decisión del tribunal de apelaciones del quinto circuito podría retirárselos a ella y a otros 600,000 beneficiarios de DACA en cualquier momento.
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Mientras esperan noticias al respecto, Alejandra y otros soñadores siguen concentrados en sus trabajos o sus estudios, y MSU Denver procura asistir a los estudiantes con el fondo de emergencia para soñadores, establecido en 2020 para brindar asistencia financiera para emergencias médicas, cuidado de personas dependientes, tarifas de renovación de DACA, etc. Hasta la fecha, la Universidad ha ayudado a más de 150 estudiantes soñadores, otorgando un promedio de alrededor de $1,000 a cada uno.
Cuando era estudiante, Alejandra ayudaba a mantener económicamente a sus padres, pero los inmigrantes sin Número de Seguro Social fueron excluidos de los cheques federales de estímulo que permitieron a muchos estadounidenses salir adelante durante el primer año de la pandemia. El fondo de emergencia para soñadores hizo posible que llegara a fin de mes mientras trabajaba como mentora de otros estudiantes en el Programa de Servicios para Inmigrantes.
Marisa Castorena Castorena, estudiante de Tecnología de la Ingeniería Civil, trabaja todo el año pues es el principal sostén económico de su familia. Su madre trabaja a tiempo parcial limpiando edificios de oficinas en el centro de la ciudad, mientras que su padre no puede trabajar debido a una enfermedad crónica.
“Con el fondo de emergencia para soñadores, pude reducir mis horas de trabajo y no tener que preocuparme por no tener dinero para pagar nuestra hipoteca u otros gastos. Mi madre dice que tengo que bajar el ritmo y tomármelo con calma porque me enfermaré, lo que entiendo, pero me gustaría terminar los estudios lo antes posible y empezar la carrera de mis sueños.
Mi familia y yo estamos eternamente agradecidos por programas como este”, expresó.
El estudiante de Finanzas Abraham Gutierrez Rodriguez declaró que el fondo de emergencia lo mantuvo en la universidad.
“Sin los fondos, habría tenido que tomarme descansos como años sabáticos para ahorrar dinero para mi educación”, dijo, “y eso habría interferido con mi impulso académico y mi motivación. Los fondos han sido de gran valor para cada soñador que recibió ayuda”, concluyó.
Más de 500 donantes han contribuido al fondo de emergencia para soñadores desde su creación hace dos años, entre ellos, varios administradores de la Universidad quefinanciaron inicialmente el fondo: Mario Carrera, Barbara Grogan, Russell Noles y Marissa Molina, que también fue estudiante indocumentada. Todos pueden contribuir con la Fundación MSU Denver a través de su página de donaciones.
Alejandra se convirtió en una enfermera registrada en Denver Health tan pronto como Colorado cambió su ley de licencias, y acaba de comenzar un nuevo trabajo en una clínica privada en Denver, una ciudad con un 34 % de residentes latinos.
“Cuando alguien habla español y entras en la habitación para un cambio de turno y te presentas en español, se les ilumina la cara y se sienten más a gusto”, dice.
Aunque encontró una carrera que le encanta y su marido abrió un negocio en Denver, su futuro sigue dependiendo de los tribunales federales. El esposo de Alejandra y sus dos hermanos menores son ciudadanos estadounidenses, pero ella nació en México y no puede obtener el estatus legal debido a cómo entró en el país.
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Agregó que desde que se graduó de MSU Denver, ha tenido dificultades para encontrar apoyo, ya que sus compañeros beneficiarios de DACA han tomado caminos separados con trabajos y vidas propias. En el trabajo, optó por no hablar sobre su estatus migratorio y tiene la esperanza de que algún día haya un camino hacia la ciudadanía permanente para los soñadores, algo que las tres cuartas partes de los estadounidenses apoyan.
“Desde el punto de vista empresarial, es inteligente mantener DACA”, sostuvo. “Tenemos trabajos, tenemos casas y pagamos impuestos. Pasamos por todo tipo de obstáculos y superamos tantas cosas… pero después de todo este tiempo estamos pendiendo de un hilo. Solo estamos tratando de tener un hogar, sentirnos seguros y seguir el sueño americano”.