Los futuros terapeutas obtienen créditos y una nueva perspectiva ayudando a pacientes en México
La asociación de MSU Denver con una clínica fundada por el expresidente mexicano Vicente Fox ofrece oportunidades de aprendizaje práctico.

¿Cuál es el mayor bien que puedes hacer en cinco minutos?
Juan José Andrade se hizo esta pregunta cuando trabajaba con pacientes en el Centro de Rehabilitación Integral de San Miguel de Allende (CRISMA), un centro de rehabilitación situado tres horas y media al noroeste de Ciudad de México.
Andrade es uno de los 11 estudiantes de grado y cuatro de posgrado del Instituto de Salud de la Metropolitan State University of Denver que este verano obtuvieron experiencia práctica y créditos académicos gracias a una asociación con este recurso comunitario de salud y a un donante anónimo que financió el viaje de los estudiantes.
Situado cerca de un sitio histórico de UNESCO repleto de ejemplos de arquitectura barroca mexicana, CRISMA fue fundado por el expresidente mexicano Vicente Fox y su esposa, Marta Sahagún. La asociación con MSU Denver comenzó en 2019.
“Esta asociación proporciona (a los estudiantes) experiencia práctica y una oportunidad para desarrollar habilidades de comunicación intercultural y aprender sobre temas de salud que no se enseñan en Estados Unidos”, dijo Hope Szypulski, DNP, decana de la Facultad de Salud y Ciencias Humanas de la Universidad. “La transformación personal es uno de los elementos más valiosos, y el vínculo creado con la gente y la cultura de México durará toda la vida”, agregó.

Cuidado innovador
Oriundo de Colombia, Juan José Andrade se dedica a trabajar con pacientes latinos. Sus destrezas y conocimientos son especialmente necesarios en Colorado, donde los hogares de habla hispana tienen más de un 20 % menos de probabilidades de ver a un doctor que los hogares de habla inglesa.
“Las personas interactuamos comunicándonos; la comunicación es una parte muy importante de nuestro bienestar. Y cuando se trata de una atención de salud eficaz, el acceso y la confianza son muy importantes en las comunidades hispanohablantes”, manifestó Andrade.
Los clientes, que en su mayoría viajan en autobús desde las zonas rurales, acuden a CRISMA para una gran variedad de temas relacionados con la rehabilitación, como fisioterapia, servicios psicológicos, fonoaudiología y la práctica emergente de la nutrición y la terapia ocupacional.
Como estudiante de posgrado de Patologías de Habla y Lenguaje de MSU Denver, Andrade, de 35 años, se sintió atraído por este programa por su opción de área de concentración bilingüe, la única disponible en Colorado. Aunque las instalaciones de CRISMA suponían un marcado contraste con la clínica del campus de Auraria, a la que estaba acostumbrado y que, en comparación, contaba con muchos recursos, la compasión y la inventiva que presenció trascendieron el idioma.
“Lo que más me impresionó fue la sed de conocimientos y la dedicación a la comunidad. Los terapeutas eran inventivos. Usaban todo lo que tenían para ayudar a las personas, sin poner excusas”, manifestó.
El viaje a CRISMA fortaleció su trayectoria profesional, pero también estuvo plagado de riesgos. Andrade era indocumentado y no obtuvo la tarjeta verde hasta dos días antes de su partida.
“Estuve a punto de no ir por problemas de inmigración. Pero estoy muy agradecido por haber podido hacerlo; ser parte de esa experiencia es una de las mejores cosas que hice”, relató.

Un ambiente seguro
Cintia Cardenas también fue parte del reciente viaje a CRISMA. Ella también sintió una profunda conexión con el trabajo y describió el viaje como una experiencia única que le hizo sentir una profunda conexión con los pacientes.
“Mis padres son mexicanos, así que para mí, fue una experiencia muy emotiva. Es como un hogar, como trabajar con la familia”, manifestó.
Esta estudiante de último año de Ciencias Psicológicas relató que la experiencia le ayudó a superar el síndrome de impostor que sentía y a consolidar su trayectoria profesional. Cardenas trabajó con niños y adultos, estableciendo relaciones y aplicando los conceptos que había estudiado mientras el personal de la clínica y los profesores de la Universidad la guiaban y le proporcionaban información en tiempo real.
Había un cliente que iba para recibir fisioterapia, relata Cardenas. Confinado a una silla de ruedas, la mayoría de las veces se aislaba del resto. Los días que participaba en la terapia de grupo, era evidente el efecto sobre su bienestar general.
“Fue allí cuando me di cuenta del poder de las conexiones. Sea mediante la fisioterapia, el habla o la psicología, se trata de afrontar el trauma en un ambiente seguro. No se puede tener lo uno sin lo otro, y cuando se combinan, en verdad se ve el progreso”, señala Cardenas.
“El enfoque integral de la atención es muy importante”, afirma Christine Odell, Ph.D., profesora del Departamento de Ciencias del Ejercicio y el Deporte de MSU Denver. “Nuestro plan de estudios refleja ese tipo de enfoque, por lo que (CRISMA) es la pareja perfecta”.
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Respirar juntos
Antes del viaje a CRISMA, Hayde Cardoza recibió una certificación de SPEAK OUT!, un programa que ayuda a las personas con Parkinson a mantener su capacidad vocal.
No tardó en ponerlo en práctica.
La estudiante del posgrado en Patologías del Habla y Lenguaje worked with a client who suffered from dysarthria (affecting motrabajó con un cliente que padecía disartria (que afecta a la función motora y al habla) y disfagia (problemas para deglutir).
“Trabajamos la respiración conjunta, la respiración de reposo… todas las cosas que damos por sentadas”, contó Cardoza. “Solo pude reunirme con ella dos veces, pero para entonces, me decía ‘Ya lo tengo, sé lo que tengo que hacer’”.
En Estados Unidos, las personas con trastornos cognitivos y neuromotores avanzados, como el Parkinson, la ELA y las lesiones cerebrales traumáticas, son atendidos en hospitales y proveedores especializados, por lo que para Cardoza fue revelador tratar a este tipo de pacientes en una clínica.
La experiencia reafirmó su deseo de ayudar a cubrir la necesidad de servicios bilingües en su país. En una reciente observación médica, vio que solo había dos empleados hispanohablantes para una cartera de más de 400 casos.
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También aprendió del incansable personal de CRISMA a no dar por sentados los recursos.
“Aquí tenemos planes de clases regimentados, hojas de datos y todo tipo de programas informáticos. La experiencia me ayudó mucho a superar mis prejuicios culturales. Aunque aquí (en CRISMA) no contemos con las mismas herramientas, simplemente nos presentamos y hacemos todo el bien que podemos”.
Ahora que el programa se reanudó tras un paréntesis debido al COVID-19, Odell espera que continúe.
“Ver una perspectiva diferente en un lugar donde muchos tienen raíces es una aventura sumamente transformadora para los estudiantes. Ojalá tengamos el apoyo necesario para que este proyecto continúe muchos años más”, agregó.
El apoyo a los futuros participantes del programa de CRISMA puede asignarse en la página de donaciones del Instituto de Salud.